El segundo semestre de 2014 nos
recibe con una recesión técnica, dos trimestres seguidos muestran contracción.
La proyección más halagüeña muestra una caída de -1,5% en el PBI para este año.
El sector de la construcción se contrajo 4% en abril y la actividad industrial
un 4,9% para el mismo mes, todo con respecto a abril de 2013. Junio es
expansivo de la Base Monetaria en aproximadamente $ 21.000 millones, donde el
50% se explica por el financiamiento al tesoro nacional. El déficit fiscal es
creciente y mayor al 4% del PBI. Recordemos que el BCRA impuso una serie de
medidas en el sistema financiero con el objetivo de marcar un techo a las tasas
de interés. Rápidos de reflejos lo bancos, que estaban líquidos, redujeron el
nivel de las tasas pasivas en un 5% promedio. Un plazo fijo promedio que devengaba
una tasa efectiva de 24,5% está en 19,5%. Es necesario entender una cosa,
cualquier expansión del crédito que el gobierno espera obtener de esta medida
(y que a mi juicio no se va a dar), necesita tiempo de maduración, sin embargo
el castigo al ahorro es automático. Una tasa de inflación anual que se mantiene
entre el 35 – 40% produce una tasa de interés de colocación negativa que
expulsa ahorro.
En el primer semestre el BCRA colocó
nueva deuda por aproximadamente $ 60.000 millones que deberá renovar, lo que
sumado al aumento de emisión para financiar el gasto, obligará a la entidad a
convalidar tasas altas (piso 27 - 28% promedio) convirtiéndose en un claro
competidor del sector privado. Por qué los bancos expandirían el crédito
privado si prestando al central se olvidan de cualquier análisis de riesgo? Éste
es el conocido efecto crowding out que expulsa del financiamiento al sector
privado. En efecto junio se convirtió en el mes con mayor retiro de depósitos
de los últimos cuatro años con una caída superior a $ 4.000 milllones en 60
días. No hay que ser economista para saber cuál será el destino de esta
liquidez. Obviamente el dólar. Si a esto agregamos un mes de julio con total
incertidumbre debido al tema Holdouts, está más que claro que la presión sobre
el dólar será más fuerte.
Bajo este contexto el central vuelve
a propiciar micro-devaluaciones. Entiéndase bien, nadie duda que el gobierno
nacional ha vuelto a atrasar el tipo de cambio nominal y que esta estrategia
vuelve a producir una caída en la competitividad, pero este contexto se explica
en mayor parte por una inflación creciente que pega fuertemente en la
estructura de costos. Ni hablar del ajuste que produce sobre el salario real. El
IPCNu de mayo mostró que la inflación mensual fue de 1,4%. Si a esto agregamos
el sesgo que mes a mes deja el programa de precios cuidados, la variación de
precios mensual debe situarse alrededor del 2%, por las nubes. Y convengamos
que este número solo refleja el índice. Alimentos y bebidas mostró una
variación del doble. A principios de julio YPF lideró un nuevo aumento de combustibles
del 4% que seguramente derramará en los diferentes sectores según la
dependencia relativa de este recurso. Claramente la única posibilidad de tener
una tasa de inflación “controlada” es a costa de una caída en el nivel de
actividad, o sea ajuste por recesión.
Argentina vuelve a caer en las garras de la
vieja dinámica económica del stop and go.
La soga al cuello del sector externo muestra que nuevamente
los saldos exportables no son capaces de generar las divisas suficientes para
financiar un aumento de importaciones de insumos que permitan aumentar el nivel
de producción local. El problema es que recrear un contexto de
expectativas de devaluación genera hoy más problemas que soluciones. En efecto,
como el sector externo no genera divisas, esta es la principal restricción al crecimiento hoy tiene la economía argentina. En el corto plazo solo puede ser aliviada por
la apertura de los mercados voluntarios de deuda internacionales, que solo puede
lograrse si se soluciona el problema Holdouts. Romper este círculo vicioso es muy
complejo puesto que cualquier depreciación de la moneda, por más chica que sea,
puede interpretarse como una nueva vuelta a “enero”.
Es por esta razón que acomodar
el tipo de cambio supone necesariamente la ejecución de un Plan que suponga como
mínimo un ancla fiscal bajo coordinación monetaria, a contrario sensu del
actual esquema donde volvemos a hacer política monetaria bajo dominancia
fiscal. De nada sirven devaluaciones nominales si no producimos mejoras reales.
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