De grande me di cuenta que el
poder de la escritura tiene un efecto catártico en mi. Más vale tarde que
nunca, dicen.
El gran Marcelo Bielsa,
ese que lloró como un chico en el vestuario luego de la derrota contra Suecia en Corea – Japón, no
pudo ver materializado su sueño de llevar a la Argentina a la cumbre de un
Campeonato Mundial. Rinus Michels, el ideólogo holandés del Fútbol Total, ese
fútbol que regó a toda Europa de sus artes y cuya síntesis fue la naranja
mecánica de 1974, tampoco pudo ver al equipo de sus sueños campeón. El mayor
ejecutor de esta belleza futbolera, Johan Cruyff, tuvo el mismo destino. Los
silenciosos herederos de esa escuela corrieron mejor suerte. Vaya paradoja. La
selección Española logró el sueño en Sudáfrica y marcó una década de fútbol
lírico. Pero hasta la belleza tiene final y Brasil fue testigo del ocaso de la Furia. La Alemania actual es claramente
una imagen aggiornada de ese fútbol total. Doce años les tomó a los teutones sintetizar la
fórmula de este equipo. La fortaleza mental y física necesitaba fútbol y el
trabajo duro y con objetivos claros se los dio.
Soy un amante del fútbol. El
viejo nos lo inculcó casi sin querer a mi hermano y a mí. Su fanatismo por Boca
Jrs era imposible de evitar. Quienes lo trataron podían percibirlo y nosotros
fuimos las víctimas conscientes de su amor por el fóbal y el Xeneixe. Debo
reconocer que estos últimos años me toca vivir una especie de decepción
futbolera inconsciente. Creo que es como consecuencia de la enorme tristeza por la eliminación del 2002, pero no podría afirmarlo. De todas formas cada mundial
vuelve a encender la llama, y la ilusión de ver a la albiceleste en lo más alto me retrotrae a esos momentos de la niñez donde todo era/es posible.
No soy de los que recuerdan su
vida como un flujo continuo de sucesos. Por el contrario mi mente guarda una
especie de mojones que me marcan el calendario de eventos pasados. La magia sináptica hace que algunos hechos se graben a fuego, alegres unos, tristes otros, pero todos
importantes testigos pasajeros de ese tren que marca nuestro paso por esta dimensión. Un
recuerdo triste se remonta a mis 9 años de edad. Jugaba a la pelota en la novena
división de Atlético de Rafaela. Aunque era uno de los peorcitos del equipo,
rescatable es que varios de esos chicos llegaron luego a jugar en primera. Incluso
uno tuvo un importante éxito en Europa y un paso fugaz por el seleccionado.
Recuerdo que en una oportunidad se realizó un torneo local. Se jugaba al baby
fútbol. Esto es, se partía la cancha en cuatro y se disputaban cuatro partidos en
simultáneo. El equipo en el que participaba representaba a la Asociación
Bancaria. Cada equipo representaba a una institución determinada. Éramos los
mejores, pero perdimos la final. No podíamos perder, pero lo hicimos. Cuando
volvimos al vestuario, decepcionados, presencié como algunos padres de mis
compañeros de equipo recriminaban al entrenador de muy mala manera. También
presencié el llanto del entrenador, ese que le fue imposible evitar o demorar
hasta momentos menos expuestos. Jamás voy a olvidar las lágrimas del Cacho,
tipo humilde y laburante que iba al club de buena onda a entrenarnos en
bicicleta.
Cada derrota futbolera me remonta
a esa situación de enseñanzas y primeros aprendizajes. “Lo hicieron bien
pibe", me dijo, "se esforzaron y lo dejaron todo. El error fue no ser humildes.
Siempre se aprende más de una derrota”. No lo entendí muy bien en ese momento,
solo los años interpretaron sus palabras. También comprendí que no habíamos dejado todo en la cancha, pero el hombre era demasiado buena gente para decirlo, después de todo teníamos nueve años. El Aldo (mi padre), que odiaba
este lado malo del fútbol, consoló mi llanto, me enseño otro tanto y me dijo, "Fernando
faltó entrega, faltó sangre". Esas palabras tampoco las olvidaré.
Una nueva derrota y un nuevo dolor
me dejó este Mundial en tierras cariocas. De nuevo las lágrimas de lo que pudo
haber sido y no fue. Y de nuevo aquellos recuerdos. Pero esta vez hay gran
consuelo. Estos pibes fueron humildes. No jugaron un fútbol lírico, pero hubo
pragmatismo, capacidad, inteligencia, entrega, solidaridad, alegría, trabajo en equipo. Desde luego hay críticas individuales, pero la importancia de lo colectivo se impone irremediablemente. Lo
tuvimos, la épica estuvo tan cerca, tan cerca. Otra vez hay mucho por aprender.
Una nueva derrota nos pone en esa situación. Solo los necios son incapaces de
tomar el guante y hacerse cargo. Una vez escuché a Oscar Córdoba decir: "lo peor que le pasó al Fútbol Colombiano fue el 5 a 0 contra Argentina". "Nos la creímos y así nos fue". Aprendieron, la llegada del profe Pekerman así lo muestra, y espero continúe. Un enorme James Rodríguez devuelve la ilusión a la Selección Colombia, amén.
Ahora hay una nueva enseñanza y
tal vez, solo tal, vez un nuevo aprendizaje. Llegó la hora de jugar nuestro Fútbol Total, de entender que los procesos son parte ineludible de posibles
triunfos. Que debemos dejar una vez de lado la heroica y sostener una idea y un
sistema en el tiempo. Y que incluso haciendo las cosas de forma casi perfecta,
todo tiene un final. Un final que significa un nuevo comienzo, nuevos aires, la
posibilidad de hacerlo mejor, de superarnos, la esencia de la vida. Ayer
domingo me morí. Casi sin dormir me levanté hoy lunes. Ahora me toca la agonía, pero mañana estaré bien. Estoy viviendo el proceso inverso que me enseñó
Benjamin Button. Por lo demás, Vamos Argentina.
A continuación algunas
palabras del Loco Bielsa:
“Denle ese mensaje a la gente, a
los ignorantes díganle: el que pierde es un inútil, porque así está planteado”
“Nosotros deberíamos aclararle a
la mayoría que el éxito es una excepción. Los seres humanos de vez en cuando
triunfan. Pero habitualmente desarrollan, combaten, se esfuerzan, y ganan de
vez en cuando. Muy de vez en cuando”
“Nunca me dejé tentar por los
elogios. Los elogios en el fútbol son de una hipocresía absoluta. El fútbol
está concebido así, tiene que haber o una gran alegría o una gran tristeza.
Derrota o victoria, sangre o aplauso son valores muy caros al ser humano.
Entonces, en el fracaso sufro mucho la injusticia del trato, no logré nunca
dominar eso. Siempre sufro mucho cuando perdemos y cuando soy maltratado, pero
sí logré no creerme la duración del éxito. Como no se revisa por qué ganaste,
da lo mismo, te adulan por haber ganado no porque mereciste ganar, por el
recurso por el que ganaste, entonces tuve claro siempre que esa franela, porque
ése es el término, es impostora”
“No permitan que el fracaso les
deteriore la autoestima. Cuando ganás, el mensaje de admiración es tan confuso,
te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto. Y cuando perdés
sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarte, a
ofenderte, sólo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo
importante es la nobleza de los recursos utilizados, eso sí es lo importante; lo importante es el tránsito, la
dignidad con que recorrí el camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es
cuento para vendernos una realidad que no es tal”
“Mi carrera ya está construida,
para bien y para mal. Yo he tenido muchos más fracasos que éxitos, y los
fracasos me han marcado mucho más que lo que me han distinguido los éxitos, los
pocos que obtuve. Nadie se acuerda, sobre mí, algo más vinculado a Japón-Korea,
que fue un fracaso deportivo grandísimo. Ya por lo peor he pasado. También sé
que, en esto, protegerse no ayuda: todos finalmente perdemos, hoy, dentro de un
año, ayer”
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